Más allá de embarazosas sutilezas jurídicas, el primer país que ha establecido que las criptomonedas no son dinero ha sido China, tras la decisión de su banco central de prohibir los pagos y comercialización de servicios con bitcoin y similares. Esto se une a que las big tech han aceptado sus imposiciones en lo que se refiere a los datos de usuarios, con un acceso especial para sus empresas públicas que elude la encriptación. Una estrategia de vigilancia total cuya epifanía es un yuan digital asociado a la extinción del dinero en efectivo. Una precipitación regulatoria cuyas ondas expansivas han sido amplificadas por los tuits de Elon Musk y Jack Dorsey, que han anunciado el rechazo por sus compañías de pagos en criptomonedas. En menos de 72 horas se esfumó un billón de dólares en su valor, lo que habrá afectado probablemente al chantaje de los autores del reciente ciberataque a Colonial Pipeline, porque cobraron 90M$ en bitcoins como rescate. Mucho ha llovido desde “electrum”, la primera moneda de la Historia que se acuñó hace 28 siglos, para este problemático bucle histórico con el nuevo dinero “electrónico”. Algo deberíamos haber aprendido en este largo viaje.
